Bajo el sol de invierno.
No era la primera vez que visitábamos el Delta del Ebre, pero hay tanto que ver, que cada una de las veces es distinta a la anterior. Esta escapada fue en pleno mes de enero, la luz de invierno y la temporada baja marcaron nuestros días y por eso mismo fue espectacular.
Esta vez elegimos nuestra camper Mercedes James Cook, salimos un viernes por la tarde y decidimos pasar la noche en un pequeño pueblecito blanco, enigmático y al que se accede tras pasar campos y campos de arrozales.
Tras estirar las piernas y llenarnos de la paz de Poblenou nos dirigimos a la famosa Casa de Fusta. A la hora de aparcar, cuentan con un área cámper desde dónde se puede disfrutar de las vistas de los arrozales y la trayectoria del Sol a lo largo del día. Así que dejamos la cámper y nos adentramos en el ecosistema de del Delta del Ebre.
Y es que, la Casa de Fusta es el centro de interpretación del Parque Natural, situado en la laguna de la Encanyissada. En su interior hay un museo ornitológico, con una colección representativa de las especies de aves que habitan en el entorno. En el exterior de la Casa de Fusta hay un mirador con vistas a la Laguna de la Encanyissada, punto ideal para la observación de aves.
Nosotros decidimos aprovechar y conocer la gastronomía de la zona. Cocina a fuego lento, donde el arroz y el pescado son los principales protagonistas. La oferta es muy amplia y realmente es muy fácil dar con ese lugar autóctono con años y años de historia que siguen cocinando los mismos ingredientes que sus antepasados.
Tras subir al mirador, nos dirigimos hacia un clásico: ver la puesta de sol desde la playa del Trabucador y recordamos que hace años estaba permitido acceder a la totalidad de la playa. Sin embargo, hoy hay un pequeño espacio para poder aparcar nuestra camper, dejando una gran parte de la playa libre de ruedas, humos y peligro de contaminación (así es, todo ser un humano es un potencial peligro para la naturaleza) también se debe pagar un peaje. Es una pena, pero los últimos temporales han evidenciado la fragilidad de este tesoro natural.
Aun así, la naturaleza continúa siendo más que generosa y no nos dejó irnos de allí sin disfrutar de “ese momento” que nos paralizó a todos la respiración.
Tras una rica cena, nos quedamos dormidos al son de las olas del mar. Al día siguiente, bien abrigados dimos un paseo alrededor. En los días propicios, esta playa continúa siendo un espectáculo para los visitantes y una diversión para los centenares de aficionados al Flysurf.
El plan era conocer de buena mano el trabajo del acuicultor. Para ello, por recomendación de unos amigos, reservamos la visita a una batea de la mano de Musclarium. Dónde fue una exquisitez tanto la visita como la degustación que nos habían preparado.
Con ese inmejorable sabor de boca nos despedimos de esta tierra. La verdad es que nos enamoramos de cada uno de los destinos que elegimos y es que viajar en camper te da esa oportunidad de profundizar en lo autóctono y tradicional.
Decidimos realizar este viaje en pleno invierno, en temporada baja, fuera de los estandartes establecidos, y la verdad es que hemos descubierto otra mirada, más pura, con otra luz. Mucho más auténtica.
¿Te animas a salir de lo marcado?
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