El Algarve

por | 21 Jun, 2021 | Grandes viajes

Filtros de instagram, sal y puestas de sol interminables: La vida nómada por El Algarve.

Si había un destino que teníamos en la recámara, ese era el Algarve. Por un lado, desde hacía tiempo sentíamos su llamada y sabíamos que tarde o temprano pondríamos rumbo a ese paraíso cada vez menos oculto. Por otro lado, el temor al turismo masificado y al abarrotamiento, francamente, nos echaba para atrás. Pero, la realidad fue bien distinta, y es que, el hecho de elegir bien las fechas, junto con la cuidadosa búsqueda de lugares auténticos, hicieron que el Algarve se convirtiera en un viaje único.

Llegada al fin del mundo (Cabo de san Vicente, Sagres  y Praia do Beliche)

Pues sí, nos propusimos llegar a lo que en algún tiempo remoto se consideraría el fin del mundo, como Finisterre, pero al suroeste de la Península Ibérica, concretamente al Cabo San Vicente. Así que nos pusimos al volante de nuestra Mercedes James Cook del 93, una furgo auténtica, de esas que deja huella por dónde pasa y coge un poco de la esencia de cada rincón.

Llegamos al final de la tarde y San Vicente nos recibió con una puesta de Sol que quita el sentido, sólo nos faltaba una buena canción de George Ogilvie para acompañar uno de los momentos más memorables del viaje. 

Al día siguiente, sin saberlo, habíamos dormido a pocos metros de una de las paradas obligatorias de Sagres, su Fortaleza de San Antonio de Beliche, así que decidimos entrar: una enorme paz, el sonido del mar y diversas especies autóctonas, nos acompañaron durante toda la visita hasta llegar a su emblemático faro.

Cada vez que viajamos intentamos explorar cada rincón. En este caso, sabíamos que debíamos conseguir la recompensa, así que, sin dudarlo cogimos las tablas y llegamos hasta la Praia do Beliche que, junto con otras calas y playas, conforman uno de los puntos más característicos del Algarve.

Lagos: una ciudad con nombre de filtro de Instagram

Si eres adicto a esta red social sabrás que uno de los filtros de sus stories recibe el nombre de esta ciudad portuguesa, y es que, sí, tiene la luz de un atardecer continuo, cálido, dulce y acaramelado, pero no solo Lagos, sino toda la zona del Algarve.

Dejamos atrás la paz de Sagres y nos adentramos en el enérgico Lagos, donde no te puedes perder su casco antiguo, compuesto por casas con fachadas de ensueño, la vida (bien vivida) de sus calles y su gastronomía (mención especial al bacalao y toda clase de pescados).

Ah! Y una parada obligatoria es la Ponta da Piedade, acantilados de piedra caliza barridos por el viento. Existe la oportunidad de entrar por el mar y observar desde dentro sus formaciones. Opciones: tabla de padel o a nado, además de llegar con pequeñas embarcaciones a disposición de los turistas desde la costa.

Cada vez que viajamos intentamos explorar cada rincón. En este caso, sabíamos que debíamos conseguir la recompensa, así que, sin dudarlo cogimos las tablas y llegamos hasta la Praia do Beliche que, junto con otras calas y playas, conforman uno de los puntos más característicos del Algarve.

El Algar Seco, los prismáticos del paraíso

Dejamos el vibrante Lagos y nos dirijimos hacia la belleza natural de Carvoeiro, donde dormimos en una zona en la que se podía disfrutar de espectaculares vistas al mar, rodeados de vegetación autóctona… pero la sorpresa vino al bajar a las playas nada más despertar, tan solo debíamos enfocar bien y …. Voilà!

Praia do Faro: la vida lenta entre dos aguas

A 63 kms de Carvoeiro, rumbo al este se encuentra el Parque Natural de la Ria Formosa, uno de los lugares más sorprendentes del Algarve, no sólo por su variedad de paisajes, sino también por su ubicación única. Se trata de una laguna costera que cambia constantemente debido al continuo movimiento de vientos, corrientes y mareas. Dejamos la furgo en la mismísima manga, donde dormimos, frente a nosotros se encontraban las dulces aguas de la Ria; detrás, el Mar Atlántico.
Lo que no os podéis perder son las puestas de sol, son una delicia… y para terminar el día, disfrutar de una cena sencilla y riquísima en uno de los tradicionales y humildes barecillos de la playa, donde el pescado del día fresco y la amabilidad de sus propietarios redondearán vuestro día.

Tavira, cuando fuimos libres

A 56 kms de la Ria Formosa se encontraba la última parada de nuestra visita al Algarve, Tavira. Un municipio atravesado por el río Gilão, que desemboca en las ensenadas y lagunas del parque natural de Ría Formosa. Para vivir la ciudad, recorrimos sus calles en bicicleta hasta el pequeño puerto, allí tomamos un diminuto barco que nos llevó a la isla de Tavira, donde nos esperaba una extensa playa de arena y salinas que cada día atraen a flamencos, espátulas y otras aves zancudas; un Parque Natural que, aunque ofrece al turista todo tipo de comodidades, no ha perdido su esencia y su respeto por el medio ambiente. Si tenéis la suerte de visitar la isla en un día sin viento, es lo más parecido al paraíso en la tierra.

Y hasta aquí, nuestro viaje en furgo por el Algarve, recomendable al 100% sobre todo en otoño y antes de la temporada alta del verano.

P.D: Ah! Importante: ¡Una de las cosas positivas que encontraréis al viajar en furgo por la zona, es la posibilidad de pernoctar en cualquier lugar!

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