Contrastes en armonía.
Es un viaje de tres días y a pesar de que el destino está a una hora y media de nuestra base elegimos una de las tres Marco Polo, son camper muy dinámicas a la hora de conducir y prácticamente tienen el equipamiento de una gran camper. Cargamos e iniciamos el trayecto hacia la comarca de la Marina Alta. Un rinconcito de tierra situado al norte de la provincia de Alicante y cuya compleja orografía caracterizada por montañas, valles y costas, marca el carácter no sólo de su paisaje, sino también de sus cultivos, gastronomía, tradiciones y gentes… Acostumbradas a recibir, agasajar y mostrar todo el encanto de su tierra a los visitantes.
La primera noche la pasamos en la Playa de Pego, concretamente en Les Deveses, quilómetros de playa, poca densidad poblacional y mucha, pero mucha, tranquilidad. Despertarse con el sonido del mar y tomar el primer café rodeados de tanta belleza fue un placer para el alma. Así de bien empieza nuestra aventura por la Marina Alta.
Nuestra camper Sahara nos lleva hasta Gata de Gorgos, población situada a poca distancia de Pego, es interior y con un auténtico encanto que se respira en cada una de sus calles.
En Gata de Gorgos, las casas se engalanan al amanecer, el olor a mimbre y trabajo artesanal recorre palmo a palmo esta localidad que ha sabido adaptarse a los tiempos poniendo la tradición en el foco. Entramos en todas las tiendas artesanales de mimbre, y decidimos cargar la camper con algunas adquisiciones. Tras comprar productos típicos en el mercado ambulante de la plaza del pueblo, nos ponemos de nuevo al volante hacia un lugar mágico:
Les terrasses de la Torre.
Olor a leña, arquitectura auténtica y una gastronomía que conserva el ritual de elaboración de antaño, tanto en la presentación como en la cocina. Les Terrasses de la Torre, es un emblemático restaurante rodeado de cultivos. Está situado entre Gata de Gorgos y Llíber y es una excusa perfecta para conocer la comarca a través de su sabor. La sencillez y el buen hacer de su personal harán de esta experiencia inolvidable.
Tras una pequeña siesta bajo uno de los pinos de Les Terrasses, nos ponemos al volante de la cámper hacia La Vall de Laguart. Tenemos la sensación de estar atravesando tierras con unas fuertes raíces. Lo vemos en Xaló, Llíber, Murla… donde la conservación de la gastronomía, las típicas construcciones (los riuraus) o la riqueza de sus cultivos, colorean su orografía. No en vano, fue el último reducto de los moriscos valencianos.
Dispone de un parking publico a las puertas del Barranc de l’Infern
La Vall de Laguart
La Vall de Laguart abraza las localidades de Benimaurell, Campell, Fleix y Fontilles. Pueblos sencillos, ricos en naturaleza y en los que se reconoce la buena relación entre sus habitantes. La segunda noche decidimos pasarla en Fleix, que dispone de un parking público en una zona privilegiada, para a la mañana siguiente, adentrarnos un poco más en estos pueblos.
Resulta que nos despertamos en la catedral del senderismo, y como nosotros, muchos tuvieron la misma idea. El barranc de l’Infern, es una de las rutas más emblemáticas. Pero no la única, esta ubicación es una de las más ricas de la Comunidad Valenciana en rutas senderistas.
Decidimos conocer Fleix, y aprovechamos para comprar pan recién horneado, y perdernos por sus calles. Las privilegiadas vistas de la Vall de Laguart aparecen tímidamente y no escatimamos tiempo en disfrutarlas sin prisas.
La esencia de lo rural se respira con autenticidad, las tradiciones se mezclan con las nuevas generaciones y nos sorprenden prácticamente en cada paso.
Desde Fleix seguimos nuestra ruta en camper hasta Benimaurell, donde nos sigue acompañando la Vall de Laguart, el Mar Mediterráneo y el Montgó. En Benimaurell, existe una alternativa para pernoctar desde donde se puede disfrutar de las excelentes vistas. Ubicada al lado del Restaurante Severino, parece ser un enclave ideal para hacer un alto en el camino.
Las recomendaciones nos llevaron al restaurante La venta del Collao. Un oasis para los senderistas que se mimetiza perfectamente con la naturaleza. De cocina sencilla y tradicional, ha tratado de innovar con originalidad los platos más ancestrales. Sabor exquisito y precio más que justo.
Olor a leña, ritual de elaboración de antaño
Nuestro periplo por la Marina Alta termina como empezó, con cálidas playas y mar en calma. De hecho, en pleno mes de enero gozamos de temperaturas más que primaverales, así que decidimos que esa noche dormiríamos en la camper en la playa de Moraira, no sin antes recorrer palmo a palmo Benissa.
Historia, cultura y belleza, no hay mejor manera de definir el casco antiguo de esta ciudad de la Marina. La conservación del patrimonio histórico es envidiable y el cuidado de sus calles y la armonía arquitectónica hace que los paseos por el municipio sean una delicia.
Moraira
Decidimos terminar el día en la Playa de Moraira observando cómo el Sol juega a contraluces con el horizonte y las escarpadas montañas.
El invierno da paz a esta localización tan saturada durante los meses estivales y las suaves temperaturas invitan al sosiego y también a zambullirse en pleno mes de enero en el Mar. Nosotros, sin duda, nos despedimos de esta maravillosa comarca así.
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